1.5. Consecuencias e impactos de los principales desastres

 
   
 
 

Históricamente la región centroamericana muestra índices elevados de riesgo a desastres, tanto por su ubicación geográfica, que la expone a eventos geomorfológicos, sísmicos, tormenta de vientos, deslizamientos, y subducción y reducción de sus costas, como por estar sujeta a los sucesos climáticos de la estación ciclónica del Océano Pacífico y a la temporada de huracanes en el Atlántico. Ello se ve agravado periódicamente por el efecto de eventos cíclicos como el Fenómeno El Niño Oscilación Sur, ENSO, que ocasionan sequías, lluvias excesivas e inundaciones y deslizamientos en laderas de por sí inestables.

Efecto económico y social

Cuadro 5

Adicionalmente, la vulnerabilidad social y económica asociada a los patrones de desarrollo desemboca en condiciones de exposición y riesgo en promedio superiores a los del resto del hemisferio. El huracán Mitch, con vientos sostenidos de hasta 144 nudos o 285 km/h en su momento de mayor intensidad y precipitaciones superiores a los 600 mm, afectó la integridad del istmo centroamericano, hecho que ocurrió entre el 23 de octubre y el 4 de noviembre de 1998. Mitch marcó de manera indeleble a la región.

El huracán Mitch fue uno de esos eventos paradigmáticos que puso en evidencia la vulnerabilidad de la subregión ante este tipo de desastres, especialmente uno marcadamente severo. De otra parte fue también un parteaguas en la gestión regional del riesgo.

 

La frecuencia e impacto de los desastres contribuye a reforzar la necesidad de generar mecanismos de protección para enfrentar ese riesgo excedente que rebasa los recursos disponibles en los países, no sólo en el área de prevención sino de respuesta y recuperación, con la consecuente ampliación de la brecha de crecimiento, de acervo y de generación de riqueza y bienestar.

Impacto de los desastres con relación al género

gráfico 10Si bien en el caso de Mitch el impacto de género fue sólo analizado de manera limitada, como consecuencia de la escasa información desagregada por sexo disponible, tanto en las líneas de base (información predesastres) como de la emergencia misma, una de las importantes lecciones aprendidas fue la necesidad de desarrollar tales bases de datos y capturar la información desagregada en los cuestionarios y encuestas tras el desastre, en los albergues, de cara a la identificación de las necesidades para la rehabilitación, la recuperación y la reconstrucción. Sobre esas premisas, en posteriores eventos se han aplicado los elementos de análisis de los medios de vida con perspectiva de género y se han desarrollado mecanismos de imputación del daño y las pérdidas sufridas por las mujeres, en particular en lo que se refiere a la actividad femenina reproductiva o de cuidado de la familia y el hogar, la economía de patio, el uso del tiempo en la emergencia y en la recuperación, y en el empleo remunerado y actividades económicas en el mercado, así sea de carácter informal.

 

Especial atención se ha prestado a la actividad artesanal y al impacto de los desastres sobre la identidad cultural y las consecuencias económicas y sociales de tales pérdidas. Un ejemplo particularmente pertinente fue la evaluación del impacto que en estos aspectos tuvo el huracán Stan en el año 2005, en Guatemala.

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