Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres
Las Américas   

Revista EIRD Informa - América Latina y el Caribe
Número:13 -2006 -12/2006 - 11-/2005 - 10/2005 - 9/2004 - 8/2003 - 7/2003 - 6/2002 - 5/2002 - 4/2001- 3/2001 - 2/2000 - 1/2000

 

Revista para América Latina y el Caribe         Número. 15, 1999

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México
La cooperación técnica internacional de México en materia
de prevención de desastres de origen natural

Marco A. Alcázar
Director General de Cooperación con Centroamérica y el Caribe,
Instituto Mexicano de Cooperación Internacional,
Secretaría de Relaciones Exteriores, México
malcazar@sre.gob.mx

Una de las lecciones más dramáticas de las que nuestro país tenga memoria fue el terremoto que en septiembre de 1985, causó profundo dolor y pavorosa destrucción en la Ciudad de México. Sin embargo, esta experiencia se vio rápidamente acompañada por el respaldo de la cooperación técnica internacional que, encabezada por Japón, dio paso a la creación del Centro Nacional para la Prevención de Desastres, CENAPRED, el cual hoy es parte integral y fundamental de la Coordinación General de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación.

No cabe duda que esa experiencia de cooperación está en la base del compromiso de México, de trabajar activamente en el ámbito internacional en el tema de la prevención de desastres de origen natural; obligación que se ha traducido en un considerable número de acciones producto de nuestra participación en diversos acuerdos de cooperación de carácter regional con los países del Caribe y de Centroamérica, de la Asociación de Estados del Caribe y del Grupo de Río, amén de las posiciones que sustentamos e impulsamos en los foros de carácter global.

Con este espíritu, nuestro país ha venido trabajando desde 1995. Entre diciembre de 1995 y diciembre de 1996, México, en coordinación con la Caribbean Disaster Emergency Response Agency (CDERA) de la Comunidad del Caribe (CARICOM), patrocinó dos talleres –en Barbados y Grenada- sobre administración de desastres, con la participación de los responsables de la coordinación de emergencias en casos de catástrofe de todos los países miembros de esa organización de los países insulares anglófonos.

En julio de 1998 se llevó a cabo otro taller en Jamaica, respaldado por nuestro país y destinado a la introducción de la administración de desastres en la currícula de la Universidad de las Indias Occidentales (UIO).

México, por solidaridad, siempre ha sido uno de los primeros países en prestar auxilio a las poblaciones damnificadas de Centroamérica y del Caribe, mediante el envío de lo que se denomina “ayuda humanitaria”, así como de brigadas importantes integradas por especialistas de nuestras fuerzas armadas y de otras dependencias del Ejecutivo, las cuales han desarrollado una gran experiencia en nuestro territorio en materia de rescate de víctimas, protección civil y rehabilitación de servicios básicos.

Sin embargo, tanto nuestro país como nuestros vecinos centroamericanos y caribeños han tomado plena conciencia de que la recepción de ayuda humanitaria, con todo lo importante que resulta cuando es enviada racional y oportunamente, no ataca las causas fundamentales que hacen que un fenómeno natural con potencial destructivo se convierta en un desastre.

De ahí que México haya puesto el énfasis en la cooperación técnica orientada hacia los aspectos de prevención y de protección civil, particularmente después de los estragos causados en la región por el huracán Mitch el año pasado.
En el proyecto que actualmente ejecutamos con Centroamérica bajo el marco del Programa de Cooperación Regional adoptado en la tercera Cumbre del Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla, y que opera por la parte mexicana el CENAPRED, el objetivo principal es diseñar o adoptar medidas que reduzcan los efectos de los fenómenos naturales potencialmente desastrosos, sobre todo teniendo en consideración a los grupos más desprotegidos de nuestras sociedades.

En su primera fase, este proyecto se propone establecer los mecanismos de colaboración entre la comunidad científica dedicada a la prevención de desastres y las instituciones encargadas de la protección o defensa civil y diseñar un programa de formación de recursos humanos en materia de análisis de los factores de vulnerabilidad y administración del riesgo, así como en el manejo de emergencias. Durante el año 1995 se realizó ya un seminario sobre “Riesgos Geológicos” y están previstos otros dos más sobre “Riesgos Hidrometeorológicos” y “Vulnerabilidad Urbana”.

Además de las acciones emprendidas y ejecutadas por separado con las regiones del Caribe y Centroamérica, México ha extendido su esfuerzo de cooperación técnica al conjunto de la macro-región de la Cuenca del Caribe, incluyendo un importante proyecto de «cooperación sur-sur» con apoyo financiero de Japón, para los países devastados por el huracán Mitch.

En su carácter de actual presidente del Fondo Especial de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), la cual agrupa a los países insulares y continentales de la cuenca, México promueve la realización de cuatro proyectos sobre prevención de desastres de origen natural, presentados por el Centro Caribeño de Investigación y Manejo de Desastres de la Universidad de las Indias Occidentales: “Actualización de códigos de construcción ante vientos y terremotos y su incorporación en Internet”, “Modelo regional para la renovación de las instalaciones esenciales y de sitios de refugio”, “Manual con modelos para enfrentar todas las etapas de los desastres” y “Modelo de alojamiento temporal post-desastres”. Las gestiones para la obtención de recursos en la comunidad internacional tiene un considerable grado de avance, lo cual permite afirmar que los proyectos podrán iniciar su ejecución en el año 2000.

Es muy importante señalar que el proyecto relativo a códigos de construcción será ejecutado en forma simultánea por el Centro ya mencionado de la Universidad de las Indias Occidentales (UWI) y por el Laboratorio Nacional de Materiales y Modelos Estructurales (LANAMME) de la Universidad de Costa Rica, con lo cual se asegura la aplicación de sus resultados tanto en los países anglo como en los hispano parlantes de la Cuenca del Caribe.

En mayo pasado, México fue el impulsor en el seno del Grupo de Río de la Declaración sobre Cooperación Técnica para la Prevención y Atención de Desastres de Origen Natural, adoptada durante su XIII Reunión de Jefes de Estado y de Gobierno, con lo cual las actividades de la colaboración técnica mexicana en materia de prevención de desastres de origen natural cobraron su completa dimensión latinoamericana y caribeña. En seguimiento se reunió el Grupo de Trabajo Ad-Hoc, en el cual responsables de prevención de desastres, protección civil y cooperación internacional de los países del Grupo de Río, definieron una serie de importantes recomendaciones a los catorce gobiernos integrantes del Grupo, el cual pronto se verá enriquecido con la presencia de otros cinco países de Centroamérica.

Es obvio que el esfuerzo realizado hasta ahora resulta insuficiente para garantizar la salvaguarda de vidas y bienes frente a los embates de una naturaleza que crece en hostilidad, entre otras razones, como resultado de la severa acumulación de acciones de los grupos humanos con mayores capacidades tecnológicas que están provocando lo que se conoce como cambio climático.

También, es evidente que las tareas de la prevención de desastres por causas de origen natural, orientadas en lo fundamental a la reducción de la vulnerabilidad y a la administración del riesgo constituyen asignaturas pendientes para comunidades que, en muchas ocasiones, tienen que hacer una paradójica elección de supervivencia a cambio de incrementar las probabilidades de ser afectadas por fenómenos tales como las inundaciones, las erupciones volcánicas o los deslizamientos de laderas.

Los esfuerzos de la sociedad organizada tienen que jugar un papel no sólo relevante, sino central, en las tareas de la reducción de la vulnerabilidad y el riesgo y en la generación y difusión de una verdadera cultura de la prevención de los desastres de origen natural. En este sentido es indispensable que las Entidades Organizadas de la Sociedad (EOS) [1] actúen sobre una base de carácter permanente y no sólo de manera reactiva frente a situaciones de emergencias.

Uno de los mayores aportes que pueden hacer las EOS es la creación de redes que adquieran un conocimiento básico de los códigos de construcción y de los reglamentos de uso del suelo y ejerzan funciones de supervisión en apoyo y vigilancia de la autoridad.

Quienes luchan para prevenir y mitigar los efectos de las manifestaciones más destructivas y avasalladoras de la naturaleza desde las más diversas trincheras de la investigación, la organización social, la adaptación tecnológica y la conducción política y tienen la voluntad de compartir sus experiencias son, sin duda alguna, quienes harán posible que las sociedades de los tiempos por venir vivan una vida más segura y puedan disfrutar de manera cada vez más plena el fruto de su trabajo. En esta batalla, México apuesta a la cooperación internacional como el camino idóneo para ganar a mediano y largo plazo la desigual contienda.

1 Esta definición, de carácter positivo, tiene el propósito de sustituir el término “organización no gubernamental”, el cual, además de ser una definición negativa, conlleva una innecesaria connotación de confrontación entre las instancias de la sociedad y del gobierno.



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