Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres
América Latina y el Caribe  

Revista EIRD Informa - América Latina y el Caribe
Número:13 -2006 -12/2006 - 11-/2005 - 10/2005 - 9/2004 - 8/2003 - 7/2003 - 6/2002 - 5/2002 - 4/2001- 3/2001 - 2/2000 - 1/2000

 

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Lanzamiento de “Vivir con el Riesgo”:
Un repaso mundial de iniciativas de reducción de desastres

En agosto, 2002, jerarcas de las Naciones Unidas lanzaron un informe que repasa las iniciativas recientes para reducir los desastres a escala planetaria, al tiempo que clamaron por un mundo en que los sismos estremezcan los edificios mas no las economías, los huracanes provoquen excitación pero no tragedias, y las inundaciones empapen el paisaje sin empañar la esperanza.

Vivir con el riesgo1 es un estudio de 400 páginas sobre las lecciones aprendidas por los expertos y las comunidades ante las amenazas planteadas por fenómenos naturales como las erupciones volcánicas, los incendios silvestres, los ciclones, los aludes y los tornados, así como los accidentes tecnológicos y el deterioro ambiental.
El reto aturde. En el último decenio, 4.777 desastres naturales cobraron más de 880.000 vidas, afectando los hogares, la salud y el sustento de 1.880 millones de personas y causando cerca de US$ 685 mil millones en pérdidas económicas alrededor del globo.

“Los desastres actuales son a menudo generados, o al menos agravados, por las actividades humanas”, comentó en el prefacio del libro Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas.

“Al nivel más espectacular, las actividades humanas están cambiando el equilibrio natural de la tierra, interfiriendo como nunca antes con la atmósfera, los océanos, las capas polares, la cubierta boscosa y los pilares naturales que convierten a nuestro mundo en un hogar habitable”, señaló el funcionario.

“Pero también nos estamos poniendo en peligro de maneras menos visibles”, agregó. “Nunca antes en la historia de la humanidad han vivido tantas personas en ciudades ubicadas en zonas sísmicamente activas. La destitución y las presiones demográficas han hecho que más personas que nunca vivan en planicies aluviales o en áreas predispuestas a sufrir aludes de tierra.”

Vivir con el riesgo examina las lecciones del Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales (DIRDN), el cual concluyó en 1999.

Las soluciones tradicionales que durante siglos protegieron a las comunidades en varias partes del mundo contra las inundaciones, las tormentas, los incendios o la sequía, son también materia de análisis, así como las nuevas presiones creadas por el crecimiento explosivo de las ciudades.

El informe estudia asimismo cómo la imaginación política y la mejora en las comunicaciones ya ha comenzado a salvar vidas y aumentar la esperanza de las naciones en desarrollo.

“Las muertes en un terremoto no son inevitables ni mucho menos,” dijo Kenzo Oshima, Subsecretario General de la ONU para Asuntos Humanitarios.
“No son los terremotos los que matan a la gente, son los edificios inseguros. Las fuerzas naturales de la tierra son imponentes… pero también son predecibles. Demasiadas personas han muerto trágicamente en desastres llamados ‘naturales’ porque ellos, o sus líderes, no lograron percatarse de la amenaza y no tomaron medidas para impedir la tragedia.”

Según el funcionario, “Se puede pensar en este estudio como un punto de partida rumbo a un planeta más seguro.”

El informe examina los intrincados vínculos entre el desarrollo económico y la inseguridad ambiental. Considera, por ejemplo, cómo la violencia aparentemente aleatoria de la naturaleza—en la forma de huracanes o terremotos—puede desbaratar economías frágiles o arrebatar a los más pobres los poquísimos recursos que tenían.
Pero Vivir con el riesgo también evalúa cómo desastres pequeños, menos dramáticos, siguen golpeando a las comunidades afectadas mucho después de que han partido las cuadrillas de camarógrafos y los organismos de socorro.
El documento insta a la incorporación de medidas sencillas—como la evaluación del riesgo, los mecanismos de alerta y los planes de seguridad pública—en todos los planes futuros de desarrollo.

“Uno de los retos más difíciles al intentar la reducción de desastres es que, si bien las acciones o inversiones tienen que ayudar a resolver las necesidades inmediatas de una comunidad, deben asimismo reducir los riesgos de una catástrofe. Esto es especialmente importante en comunidades cuyo desarrollo es un asunto de supervivencia”, comentó Sálvano Briceño, quien encabeza la Secretaría de la Estrategia Internacional para la Reducción de los Desastres (EIRD).

La Secretaría de la EIRD, lanzada en el año 2000, es la compiladora y editora de esta nueva receta para un mundo más seguro. “Por ejemplo, los sistemas de alerta temprana en zonas remotas, donde la comunicación es escasa, podrían también servir como un canal para emergencias ‘normales’, como accidentes o emergencias sanitarias”, dijo el funcionario.

Para Briceño, “la educación es ciertamente parte de la respuesta. Una población educada edifica una sociedad más fuerte y segura.”

En 1991, más de 139.000 personas en Bangladesh perecieron cuando un ciclón tropical coincidió con un tsunami. Desde entonces, los meteorólogos, los planificadores gubernamentales y los voluntarios locales han desarrollado formas raudas, simples y baratas de advertir a la gente que está en riesgo y reubicarla en los albergues más cercanos.

Los tsunamis (olas gigantes) y los ciclones siguen siendo parte de las estaciones en la bahía de Bengala, pero ahora la gente está mejor preparada y son mucho menores las muertes.

Sin embargo, las lecciones aprendidas en una región no siempre se aplican en otra. En 1998, el huracán Mitch dañó hasta el 70 por ciento de la infraestructura de Honduras y Nicaragua. Un año más tarde, el peor ciclón en 100 años golpeó el Estado indio de Orissa, afectando a 10 veces más personas que Mitch y destruyendo 18.000 aldeas en una sola noche.

“Vivir con el riesgo sugiere un futuro diferente,” dijo el Sr. Briceño. “La reducción de desastres y la lucha contra la vulnerabilidad son las mayores gangas. Cuestan menos y salvan más vidas, protegen el sustento y edifican un futuro mejor. La reducción de desastres es parte del desarrollo sostenible.”

El estudio de la EIRD es la ruta a un mundo mejor, en que las comunidades coexistirán armoniosamente con el ambiente en lugar de vivir amenazadas por los fenómenos naturales.

La experiencia de políticos, planificadores, ingenieros civiles, banqueros, aseguradores, geólogos, meteorólogos, trabajadores sociales, médicos y expertos en emergencias, sirve como insumos para enriquecer el informe.

Las nuevas presiones provocadas por el calentamiento planetario producto de la acción del hombre comparten espacio con las prácticas simples pero eficaces de protección contra la sequía, las inundaciones y las tormentas aplicadas desde hace siglos por comunidades tan diversas como los incas, los aldeanos de Vietnam y los mercaderes de Shanghai.

“Debemos aprender a vivir de nuevo con la naturaleza,” dijo el Sr. Briceño.
“No estoy proponiendo soluciones de alta tecnología, ni el retorno a un mundo más simple. Lo primero está más allá de las posibilidades de muchas economías, y lo segundo es una fantasía. No estamos pidiendo lo imposible. Estamos, simplemente, proponiendo que comprendamos mejor las amenazas: por qué somos vulnerables, cuáles son los riesgos… y, con base en eso, prepararnos y prevenir con más cuidado.”

Fuente: Boletín de prensa de la EIRD, 9 de agosto del 2002.

El texto completo de la publicación preliminar puede verse en el sitio Web www.unisdr.org (en inglés) o www.eird.org . Si desea mayor información, favor comuníquese con: Helena Molin Valdés, Secretaría de la EIRD, molinvaldes@un.org

 


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